¿Qué es un flamenco?

Me encontraba el otro día contando uno de los cuentos que me traen los niños a clase. En concreto me trajeron uno sobre animales del zoo. En lugar de limitarme a leer el libro, en el que simplemente presentaban cada animal y lo describían un poquito, reservé las imágenes y antes de enseñarla a los peques, les preguntaba si con la descripción sabían de qué animal se trataba. Acertaron prácticamente todos. Uno de los últimos animales era el flamenco y supuse que no lo iban a conocer, así que en lugar de describir a este peculiar pájaro, les pregunté si sabían qué era un flamenco. Levantó la mano uno de mis peques de etnia gitana, uno de esos que rara vez interviene, y yo me puse muy contenta.

- ¿Tú sabes qué es un flamenco, cariño? - le pregunté.
+ Sí, un gitano - contestó con una seguridad aplastante.

Tuve que taparme la cara para evitar que me viera reír. 
Me encantó la naturalidad, la seguridad y la relación que en su cabeza se había hecho para hacer esta afirmación. El pobre, cuando tuve que explicarle que además era un pájaro rosa, no se quedó muy convencido. Debió llegar a casa y debió decirle a su padre que su maestra estaba loca.


Contrariedades de la vida 46

Ya he hablado en más de una ocasión del despertador, de lo poco que me gusta que suene y de lo mucho que lo odio. Pero todos los días tengo que ponerlo si quiero levantarme y llegar a trabajar.

Hablando con la gente, me dicen que en fin de semana, sin necesidad de ponerse el aparatito infernal, se despiertan a la hora a la que les sonaría el cacharro entre semana. Yo no. Mi cuerpo no se acostumbra a madrugar ni a la de tres. De hecho, los fines de semana sin despertador son una bendición para mí.

Pero algunas veces mi cuerpo se despierta antes de hora. Si abro el ojo y veo que son las 4 de la mañana (por ejemplo), esbozo una sonrisa, pienso que aún me quedan 3 horitas de sueño, me doy media vuelta y sigo durmiendo sin problema. El problema viene cuando me despierto y quedan pocos minutos para que suene mi 'amado' despertador. Como hoy, que mi querido cuerpo ha decidido despertarse 6 minutos antes de sonar la alarma. Pues nada, ya he empezado el día con mal pie... 

La cosa va de huesos

Estoy inmersa en un proyecto de dinosaurios. Tengo a los niños de un motivado que no me lo creo, y estamos aprendiendo un montón de cosas (yo incluida, porque hay cada nombre de cada bicho que es para alucinar). 
Hoy hemos estado viendo distintos tipos de esqueleto de dinosaurios, pero primero hemos visto cómo era el nuestro con algunas radiografías e imágenes. Y al final nos hemos palpado las costillas (a mí personalmente se me notan enseguida). 

Después del recreo, una de mis niñas ha cogido a otra, le ha señalado la espalda y me ha preguntado cómo se llamaban los huesos que se le notaban. Le he dicho que eran los omoplatos, y entonces ha querido saber para qué servían (como las costillas protegen los pulmones y el corazón, los omoplatos también tenían que tener una función importante). Pero no me ha dejado contestar, porque ella sola se ha respondido: "ah, claro, son para sujetar las tetas". 

He tenido una clase de anatomía insólita.

Roma. Despedida

3:30 de la mañana. Pero si es de nocheeeeeeee!!!!!!

Ponemos el modo automático, acabamos de recoger y nos vamos a la parada de bus que tenemos a 10 minutos de nuestro puti-apartamento con bichos muertos (se habrán acordado de toda mi familia cuando hayan leído la valoración que les he puesto). Ya en la marquesina vimos que teníamos un panorama bastante desolador: una calle desierta, de noche con un frío que pela y esperando un bus que parecía no llegar.

No estábamos preocupadas porque teníamos tres opciones:

- La primera, el bus nocturno que nos dijeron que pasaba cada 20 minutos (JÁ!).
- La segunda, llamar a un taxi (teníamos el número de la centralita porque somos unas chicas muy previsoras).
- Y tercera, el tipo del apartamento, que se ofreció a llevarnos por un "módico"precio (aquí te cobran hasta por respirar) y nos dijo que lo llamáramos a cualquier hora si teníamos algún problema (también le ha caído "bronca" al colega en la valoración del apartamento).

Tras una hora de reloj, el bus nocturno estaba desaparecido en combate. Los nervios asoman el morro.

Llamo a la centralita de taxis. Es una máquina y no me entero de nada. Vamos bien (nervios aumentando).

Esperamos unos minutos más y aparece un italiano que nos dice que aunque llegue el bus, es imposible que lleguemos a coger nuestro enlace. Así que se ofrece a llamarnos a un taxi. Él se entiende con la maquinita pero su cara es un poema: no hay taxis disponibles en nuestra zona. El colmo vamos. Jugamos nuestra última baza y le pedimos que llame al tipo del apartamento. Y el tío va y tiene el móvil apagado (de verdad, que le ha caído la del pulpo en la valoración). 

Las 5 de la mañana, en media hora se va el bus al aeropuerto y todas nuestras fichas han quedado en nada. Yo ya no sé si reír o llorar (además de tiritar, porque hacía un frío que no era ni medio normal). Y entonces, nuestro ángel de la guarda hace que pase por la calle un taxi. Mi amiga y yo nos tiramos a la carretera (ese pobre hombre para como que me llamo Claudia) y finalmente nos lleva al aeropuerto. Ahora resulta que llegamos con tiempo de sobra, pero no pasa nada. Hacemos todo el viaje en taxi riéndonos sin parar, ya nos veíamos perdiendo el vuelo de nuevo.

A las 7:15 despegamos, y con turbulencias incluidas, a las 9:05 aterrizamos en Barcelona. 

Ahora solo nos falta encontrar el coche, que al final no resulta tan difícil. La vuelta a casa nos sirve para reír, comentar todas las aventurillas que nos han pasado, y para darnos cuenta de que aunque hemos tenido un viaje movidito, no lo cambiamos por nada. 


Roma, ha sido un placer. Espero que volvamos a vernos.


Roma. Día 3

7 de la mañana. Suena el despertador. Hoy queremos ir al Coliseo, pero no tenemos entradas, así que madrugamos porque si veo una cola kilométrica, sé que me voy a desesperar. Hoy nuestro puti-apartamento no lo parece tanto. Estamos frente al río, y la humedad hace que una densa niebla no deje pasar ni un triste rayo de sol.

Antes de las 9 ya estamos en el Coliseo. Nada más salir del metro me quedó alucinada, porque tengo un monumento precioso y gigantesco ante mis propias narices (creo que aún no me había hecho a la idea de que estaba en Roma). Al haber madrugado, no hay apenas cola (maravilloso) y en diez minutos estamos dentro. Continuamos con el Foro Romano, precioso también. Es alucinante cómo se conservan algunas cosas después de tantos años. Creo que solo en esta mañana hago como unas 100 fotos. Estoy disfrutando como nunca. Ésta es la parte que más me gusta de Roma, sin duda.

Hoy comemos pasta y luego vamos a Plaza Venecia. Vamos en busca de la Loba capitolina (bueno, de su réplica, que la original está dentro de un museo) y la verdad que me quedo un poco chasqueada porque la esperaba algo más grande. Continuamos hacia el Circo Massimo y hacemos una parada en la Boca de la verdad. Cruzamos el río viendo la Isola Tiberina y terminamos la tarde en el Trastevere. Era el momento de una crep, y mientras estábamos mirando un pequeño restaurante oímos nuestro nombre. ¿Quién nos conoce en Roma? Pues nada menos que coincidimos con nuestros amigos mexicanos, y acabamos tomando algo con ellos. 

Cuando quisimos regresar a nuestro apartamento, vimos que estábamos bastante lejos del centro, pero no nos preocupó, ya que creíamos que encontraríamos el metro enseguida, o en su defecto una parada de bus. Pues ni una cosa, ni otra. Pateamos Roma y nos desesperamos, y el día que más pronto pensábamos llegar, fue el día que más tarde llegamos. Al llegar, una ducha (casi me muero del asco cuando del desagüe me salieron varios bichos muertos), preparamos maletas, ya que esa era nuestra última noche (sí, ha sido un viaje relámpago) y pusimos el despertador. Nos teníamos que levantar a las 3:30 de la mañana porque nuestro vuelo salía a las 7:15, y a las 5:30 teníamos que coger un bus de enlace y ya hemos comprobado que el transporte por la noche es una mierda.


Solo queda el desenlace de este viaje, que puso la guinda a esta aventura.