Roma. Día 2

A las 9 de la mañana suena el despertador. Amanecemos en nuestro puti-apartamento, más puti que por la noche, porque el sol se colaba entre las cortinas rojas y dejaba una iluminación peculiar por no decir otra cosa...

Desayunamos galletas y magdalenas a palo seco que habíamos traído en nuestras maletas de contrabando (lo de traer leche o zumo era imposible y a las horas que llegamos, no había nada abierto). 

El día de hoy estaba destinado a ver El Vaticano. Sacamos las entradas al museo con antelación y nos cobraron 4 euros de más. En ese momento nos jodió, pero cuando vimos la cola que había para entrar, me alegré muchísimo de aquella pequeña inversión (mis palabras exactas fueron: benditos 4 euros). Dentro del museo, yo ya empecé con la boca abierta (siempre que voy a estos sitios salgo deprimida y con la sensación de que no sé pintar, pero bueno) y cuando finalizamos la visita en la Capilla Sixtina no sabía ni dónde mirar. Majestuoso. Sin más.

Salimos y un señor muy salado nos dijo que comiéramos en su restaurante. Nosotras teníamos claro que queríamos comer pasta, pizza, helado y crep (entre todos los días, no todo de golpe). Las pizzas tenían buena pinta y además, el señor nos dio una tarjeta con un 20% de descuento (que resultó ser para estudiantes o menores de 25 años, pero como nadie nos pidió el DNI, coló). 

Por la tarde nos maravillamos en la plaza de San Pedro y ya empezamos a caminar por las calles de Roma.

Al finalizar la tarde habíamos estado en el Castillo de San Angelo, en Plaza Navona (donde disfrutamos de un helado riquísimo), en el Panteón, en la Fontana di Trevi (qué pena que estuviera de obras), en Plaza España (pequeña pero bonita bonita), y terminamos en Plaza Poppolo. Cada rincón me gustaba más que el anterior y el día nos cundió muchísimo. 

Compramos algo de cenar, y nos dirigimos a nuestro puti-apartamento. Fue un buen día :)

Continuará...


Roma. Día 1

Roma. Día 1
Día 23 de abril. Día de Aragón. Día del Libro. Para mí ya es uno de esos días bonitos, pero este año era todavía más especial: me iba de viaje a Roma. Un viaje que ha sido maravilloso pero que casi me hace perder la cabeza.

Salimos de casa el jueves después de comer, pero el coche no estaba por la labor. Se nos encendió un chivato avisando de que teníamos poca presión de aire en las ruedas (o algo así) y ya perdimos un rato y unos pocos nervios en la gasolinera del pueblo. Superado este bache, emprendimos rumbo a Barcelona. Íbamos genial de hora, pero lo malo fue que nos saltamos la salida al aparcamiento de larga estancia que teníamos contratado y llegamos al aeropuerto, pero claro, no podíamos irnos con coche. Salimos del aeropuerto, y no encontrábamos el modo de volver hacia la zona de aparcamiento. Conforme nos alejábamos de nuestro destino, nuestro nervios aumentaban. La hora se acercaba y nosotras cada vez estábamos más lejos. Al final, con el GPS de mi móvil y haciendo alguna que otra trampa en un polígono, retomamos la carretera y corriendo (esperemos que no saltara ningún radar) encontramos el aparcamiento. Sin mirar apenas dónde dejábamos el coche, cogimos las maletas y corriendo al mini bus que nos llevaba al aeropuerto (el conductor nos vio apuradas y no esperó a más pasajeros, qué majo). Dentro del aeropuerto, buscamos nuestra puerta de embarque y cuando por fin la divisamos, respiramos tranquilas. Fue entonces cuando me dí cuenta de que estaba temblando. Ya nos veíamos volviendo a casa diciendo que habíamos perdido el vuelo.

Tras un vuelo sin interrupciones, llegamos a Roma a las 21.05. Cogemos nuestras maletas y buscamos el autobús que nos llevaba a la estación central de Roma. En la fila conocimos a 3 mexicanos con los que estuvimos hablando durante ese pequeño trayecto. Y al llegar a la estación central, comienzan los nervios de nuevo. Metro cerrado, no conocemos nada, sólo sabemos la dirección de nuestro apartamento pero sabemos que queda bastante lejos. Preguntamos a un guardia y lo único que le entendemos es que tengamos cuidado con los ladrones. Ahí nos entra más acojone del que llevamos. Empezamos a dar vueltas absurdas, preguntando a gente, pero sin sacar nada en claro, hasta que un señor algo mayor nos ofrece llevarnos en coche. Estuvimos a punto de subir a ese coche, y seguramente el señor nos hubiera llevado muy amablemente, pero al final volvimos a acordarnos de nuestro amigo el guardia y pasamos. Sólo nos hubiera faltado acabar secuestradas. Media hora después admitimos que necesitamos un taxi, y nos toca el taxista más cachondo de todo Roma. Entre español, italiano e inglés nos entendemos y nos metemos al taxi. El tipo no callaba, no hacía más que reírse y decir palabras en el idioma que le venía en el momento. Nos dio mil vueltas por Roma, callejeó por un montón de sitios y nos timó. De hecho, mientras conducía llamó a un compañero y le explicó que llevaba a dos 'ragazzas' y que por el trayecto les iba a cobrar 32 euros, mientras se moría de risa. Ya que nos timas, llama a tu compañero después, que el italiano y el castellano se parecen.

A las 23.30 llegamos a nuestro apartamento en el culo del mundo. Un apartamento sin persianas y con cortinas rojas. Aquello parecía un puti-apartamento. 

Primer día superado con éxito. Casi perdimos el vuelo y un taxista nos timó, pero llegamos a nuestro destino.


Continuará...

Pequeños placeres de la vida 29

Si me lo dicen hace unos años, no lo hubiera creído posible, pero ahora puedo decir que hacer ejercicio es uno de esos pequeños placeres que a mí me gustan.

La música me motiva mucho, y el aerobic y el step se han convertido en imprescindibles en mi rutina semanal. La adrenalina en el momento en el que parece que no puedes más pero aguantas y logras terminar la coreografía, es una sensación maravillosa.

Y luego el remate viene cuando llegas a casa y te duchas (lo siento pero lo de ducharme en el gimnasio no me convence porque yo soy de ducharme y ponerme el pijama, y no es plan de ir en pijama del gimnasio a mi casa). Te dejas la ropa preparada en el radiador, te metes en la ducha con el agua bien caliente y notas como los músculos empiezan a relajarse. La ducha de después de hacer ejercicio es una de las mejores cosas que hay. Momentazos impagables de esta vida :)