Londres. Día 2

Tras casi morirme en mitad de la plaza de la catedral, tengo que decir que al día siguiente fue como si no me hubiera pasado nada. Me levanté nueva y dispuesta a comerme la ciudad. Misterios de la vida. No quise darle demasiadas vueltas y simplemente disfruté de la sensación de estar bien.

Tras desayunar a tope, mochila cargada con cámara, pañuelo por si los mocos atacaban de nuevo, gafas de ver y gafas de sol (si!! hizo sol mientras estuve en Londres!) y pillamos el metro. Nos vamos a la Torre de Londres, donde pasamos media mañana que se nos pasa en un suspiro. De ahí vamos al Puente de la Torre. Menudas vistas y menuda sensación la de ver la ciudad desde lo alto, y también ver el suelo gracias a la pasarela de cristal.

Llega el turno de comer y en vez de coger un metro a nuestro siguiente destino, mapa en mano nos dedicamos a patear Londres. Así hay que ver las ciudades, no pasando bajo ellas. Y de repente aparece a lo lejos: el London Eye. Al llegar vemos la cola, nos espantamos, cogemos la entrada y seguimos hasta el Big Ben y la Abadía de Westminster. Yo la verdad que voy con la boca abierta y tratando de inmortalizar todo con la cámara.

Empieza a anochecer y volvemos al London Eye, y es entonces cuando subimos. Y la verdad que menudo acierto el esperar a la noche, porque ver Londres de día debe ser bonito, pero verlo de noche con todas sus luces fue espectacular. Al bajar, mapa en mano de nuevo para llegar a Picadilly, comprar algunas cositas y hacer un alto en el camino para merendar y descansar un rato, que las piernas y los riñones empiezan a pedir clemencia. La vuelta al hotel ya tuvo que ser en metro.

Un día completo, bonito y agotador.

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Claudia P.

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